miércoles, 2 de junio de 2010

Tres fiestas para la Iglesia!



Festividad de la SANTÍSIMA TRINIDAD.

"Un sólo Dios, un solo Señor"

La devoción a la Santísima Trinidad se inició en el siglo X, y a partir de esta época se fue también difundiendo su fiesta litúrgica, entrando en el calendario romano en 1331. Si bien desde el comienzo del cristianismo la oración litúrgica se ha dirigido al Padre, por mediación del Hijo y en el Espíritu Santo, y el mismo Jesús habló de Dios como una comunión de amor y manifestó el misterio de las tres divinas personas, lo original de esta fiesta es el honrar específicamente a Dios sin tener como motivo un acontecimiento salvífico, ni la memoria de un santo. Se trata de "profesar la fe verdadera, conocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar su unidad todopoderosa".
Es consolador saber que nuestro Dios es "uno sólo, pero no solitario" (Concilio VI de Toledo, año 638), amor puro que sólo busca darse de forma creadora y llevarnos a participar en su unidad vital eterna.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos.
Amén




Festividad de CORPUS CRISTHI.
Corpus Christi (ó Cuerpo de Cristo) es una fiesta de la Iglesia Católica destinada a celebrar la Eucaristía.
Las celebraciones del Corpus suelen incluir una procesión en la que la hostia, el mismo Cuerpo de Cristo, se exhibe en una custodia.

«Mi carne es verdadera comida, y mi Sangre verdadera bebida; el que come mi Carne, y bebe mi Sangre, en Mí mora, y Yo en él.» (Jn 6, 56-57)


Esta fiesta se comenzó a celebrar en 1246, siendo extendida a toda la Iglesia occidental por el Papa Urbano IV en 1264, teniendo como finalidad proclamar la fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Presencia permanente y substancial más allá de la celebración de la Misa y que es digna de ser adorada en la exposición solemne y en las procesiones con el Santísimo Sacramento que entonces comenzaron a celebrarse y que han llegado a ser verdaderos monumentos de la piedad católica. Ocurre, como en la solemnidad de la Trinidad, que lo que se celebra todos los días tiene una ocasión exclusiva para profundizar en lo que se hace con otros motivos. Este es el día de la eucaristía en sí misma, ocasión para creer y adorar, pero también para conocer mejor la riqueza de este misterio a partir de las oraciones y de los textos bíblicos asignados en los tres ciclos de las lecturas.
Si Jesucristo en la cruz nos salvó, al instituir la Eucaristía la víspera de su muerte, quiso en ella dejarnos un vivo recuerdo de la Pasión. El altar viene siendo como la prolongación del Calvario, y la misa anuncia la muerte del Señor. Porque en efecto, allí está Jesús como una víctima, pues las palabras de la doble consagración nos dicen que primero se convierte el pan en Cuerpo de Cristo, y luego el vino en Su Sangre, de manera que, ofrece a su Padre, en unión con sus sacerdotes, la sangre vertida y el cuerpo clavado en la Cruz.
La Hostia santa se convierte en «trigo que nutre nuestras almas». Como Cristo al ser hecho Hijo de recibió la vida eterna del Padre, los cristianos participan de Su eterna vida uniéndose a Jesús en el Sacramento, que es el símbolo más sublime, real y concreto de la unidad con la Víctima del Calvario.
Esta posesión anticipada de la vida divina acá en la tierra por medio de la Eucaristía, es comienzo de aquella otra de que plenamente disfrutaremos en el Cielo, porque «el Pan mismo de los ángeles, que ahora comemos bajo los sagrados velos, lo conmemoraremos después en el Cielo ya sin velos» (Concilio de Trento).

Fuente:www.ewtn.com



Festividad del SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS.

"Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.”
Mateo 11, 25 – 30



La Iglesia comienza a celebrar esta fiesta a la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús en el marco de su liturgia en el año 1856 -aunque lo hacía ya con anterioridad desde el corazón-, cuando el Papa Pío IX la instituye para contemplar este gran misterio del amor de Dios, de Jesús que muere por nosotros.
Durante todo el mes de junio la Iglesia quiere ponerse a los pies de este Corazón del cual manó Sangre y Agua, y dedicarle el mes a la Devoción del Sagrado Corazón de Jesús.
En esta fiesta no celebra el órgano del corazón de Jesús, sino celebramos a Cristo total y, de manera particular, el amor de Jesús. Celebramos el amor que Dios nos tiene: en que mandó al mundo su Hijo único para que vivamos por medio de Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. Es sentir que Jesús entrega su vida por amor a nosotros, experimentar la cercanía del amor de Dios.

Que cada día le podamos regalar a Jesús nuestro propio corazón y recibamos de Él toda su gracia, toda su bendición, todo su amor.

Adap: Padre Gabriel Camuso. Radio María.

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