domingo, 28 de marzo de 2010

Francesco Faà di Bruno, Beato, Presbítero y Fundador, Marzo 27


En Turín, en el Piamonte, beato Francesco Faá di Bruno, presbítero, que unió la ciencia de las matemáticas y de la física con la práctica de las obras de caridad (1888).

Etimológicamente: Francesco = el abanderado, es de origen germano.

La vida de Francesco nos muestra una admirable síntesis entre el hombre de fe y el hombre de ciencia. Nació en Alessandría, en la región del Piamonte en Italia, el 7 de marzo de 1825. Su familia era de buena situación económica y social y educaron a sus doce hijos al calor de la fe, siendo nuestro beato el último en nacer.

Era un apasionado de las matemáticas, las que estudió con verdadero entusiasmo. Se incorporó al cuerpo de ingenieros del ejército italiano, llegando a obtener el grado de capitán. Estando en el estado mayor del rey Victor Manuel II, este le encomendó la educación de sus hijos Umberto y Amedeo. El ambiente de la corte estaba cargado de anticlericalismo y dado que Francesco era un firmísimo creyente, convencen al rey de que separe a Francesco de dicho cargo, pues su influencia podía ser “peligrosa” para los jóvenes príncipes.

Francisco decide viajar a París para perfeccionar sus estudios matemáticos, renunciando a su cargo en el ejército. Aquí estudió bajo el gran intelectual católico Cauchy y el gran científico, codescubridor del planeta Neptuno, profesor Leverrier. En medio de sus estudios, el llamado de Dios va sonando más fuerte en su corazón y Francesco decide ser sacerdote.

Retorna a Italia y en Turín es ordenado sacerdote. Su obispo ve por conveniente que Francesco se dedique a la enseñanza de las Matemáticas, pues era necesario mostrar a los jóvenes que la fe era perfectamente compatible con el estudio de las ciencias. Enseñó en la Universidad de Turín por muchos años, desplegando una impresionante labor académica pues publicó cuarenta artículos en las más importantes revistas científicas del momento. Por tales méritos recibió el grado de Doctor por las Universidades de Paris y de Turín.

Es increíble descubrir como un hombre tan comprometido con el mundo de la ciencia, se haya dado tiempo para escribir algunos libros ascéticos y también haya compuesto hermosas melodías sagradas. Turín está recibiendo el benéfico apostolado de Don Bosco y también la caridad del Cottolengo. Francesco aporta a este gran renacimiento de la fe en el norte de Italia, fundando la Obra de Santa Zita, para la promoción de la mujer. Esta obra se convirtió en una verdadera “ciudad de las mujeres”, pues en ella habían escuela, laboratorio, enfermería, pensionado; todo con sus propios reglamentos y con una clara perspectiva de fortalecimiento de la familia.

En 1867 surge en el pueblo turinés de San Donato una iglesia para recordar a los muertos de la guerra, por lo que recibe el nombre de la Iglesia del Sufragio. Allí celebrará la misa el P. Francesco, que por consejo de Don Bosco, está ejerciendo ahora su ministerio sacerdotal con más dedicación. El mismo Papa le ha pedido fortalecer la obra de Santa Zita e inspirado por el Espíritu Santo, funda con la hermana Agostina Gonella, Las Religiosas Mínimas de Nuestra Señora del Sufragio, dedicadas a la oración por las almas del Purgatorio. El Padre Bueno llamó a su presencia al P. Francesco el 27 de marzo de 1888.

Un siglo después, el 25 de Septiembre de 1988, su Santidad Juan Pablo II lo proclamó beato.

BEATO FRANCESCO FAÁ DI BRUNO
TÚ, QUE YA GOZAS DEL CIELO
RUEGA POR NOSOTROS.

viernes, 26 de marzo de 2010

miércoles, 24 de marzo de 2010

El Cirio Pascual.


El cirio más importante es el que se enciende en la Vigilia Pascual como símbolo de Cristo–Luz, y que sitúa sobre una elegante columna o candelabro adornado.

El Cirio Pascual es ya desde los primeros siglos uno de los símbolos más expresivos de la Vigilia. En medio de la oscuridad (toda la celebración se hace de noche y empieza con las luces apagadas), de una hoguera previamente preparada se enciende el Cirio, que tiene una inscripción en forma de cruz, acompañada de la fecha del año y de las letras Alfa y Omega, la primera y la última del alfabeto griego, para indicar que la Pascua del Señor Jesús, principio y fin del tiempo y de la eternidad, nos alcanza con fuerza nueva en el año concreto que vivimos.

Al Cirio Pascual se le incrusta en la cera cinco granos de incienso, simbolizando las cinco llagas santas u gloriosas del Señor en la Cruz.

En la procesión de entrada de la Vigilia se canta por tres veces la aclamación al Cristo: " Luz de cristo. Demos gracias a Dios ", mientras progresivamente se van encendiendo los cirios de los presentes y las luces de la iglesia. Luego se coloca el cirio en la columna o candelabro que va a ser su soporte, y se proclama en torno a él, después de incensarlo, el solemne Pregón Pascual.

Además del simbolismo de la luz, el Cirio Pascual tiene también el de la ofrenda, como cera que se gesta en honor de Dios, esparciendo su Luz: " acepta, Padre Santo, el sacrificio vespertino de esta llama, que la santa Iglesia te ofrece en la solemne ofrenda de este cirio, obra de las abejas. Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego, ardiendo en llama viva para gloria de Dios... Te rogamos que este Cirio, consagrado a tu nombre, para destruir la oscuridad de esta noche ".

El Cirio Pascual estará encendido en todas las celebraciones durante las siete semanas de la cincuentena pascual, al lado del ambón de la Palabra, hasta la tarde del domingo de Pentecostés.

Una vez concluido el tiempo Pascual, conviene que el Cirio se conserve dignamente en el bautisterio. El Cirio Pascual también se usa durante los bautismos y en las exequias, es decir al principio y el término de la vida temporal, para simbolizar que un cristiano participa de la luz de Cristo a lo largo de todo su camino terreno, como garantía de su definitiva incorporación a Luz de la vida eterna.

Gentileza de Encuentra.com

lunes, 22 de marzo de 2010

La Semana Santa.


Es el momento litúrgico más importante de todo el año, pero para muchos se ha convertido sólo en una ocasión de descanso y diversión y se ha olvidado lo esencial: esta semana la debemos dedicar a la oración y la reflexión en los misterios de la Pasión y Muerte de Jesús para aprovechar todas las gracias que esto nos trae.

Para vivir la Semana Santa, debemos darle a Dios el primer lugar y participar en toda la riqueza de las celebraciones propias de tu parroquia y colegio.

Esta semana comienza con el domingo de Ramos y termina con el domingo de Pascua.

Lo importante de este tiempo no es recordar con tristeza lo que Jesús pasó, sino celebrar y entender porqué murió y resucitó Jesús.



Acompañemos a Jesús en estos días con nuestra oración, sacrificios y con el arrepentimiento de nuestros pecados, asistiendo al Sacramento de la Reconciliación (si ya hicimos nuestra Primera Comunión) en estos días para morir al pecado y resucitar con Jesús el día de Pascua. Recordemos los últimos días de Jesús

La Semana Santa fue la última semana de Jesús en la tierra. Su Resurrección nos recuerda que fuimos creados para vivir eternamente junto a Dios.