miércoles, 16 de diciembre de 2009

ORACIÓN AL NIÑO DE BELÉN DE JUAN XXIII



Dulce Niño de Belén, haz que penetremos con toda el alma en este profundo misterio de la Navidad. Pon en el corazón de los hombres esa paz que buscan, a veces con tanta violencia, y que tú sólo puedes dar. Ayúdales a conocerse mejor y a vivir fraternalmente como hijos del mismo Padre.
Descúbreles también tu hermosura, tu santidad y tu pureza. Despierta en su corazón el amor y la gratitud a tu infinita bondad. Únelos en tu caridad. Y danos a todos tu celeste paz. Amén.

ORACIÓN AL NACIMIENTO DE JESÚS


En el humilde pesebre es en donde Jesús aparece más grande y más glorioso.

Dios acababa de dar a la tierra un Salvador y en los brazos de María en éxtasis, los Ángeles adoran al Verbo encarnado. ¡Que lección para nuestra fe! El tiempo no disminuye la profundidad del misterio; los siglos pasan por delante de este pesebre bendito, el cual nos conserva y nos transmite el recuerdo del nacimiento de Jesucristo, sublime y encantadora prueba del amor de Dios hacia nosotros! Si vosotros no podéis olvidar vuestra madre, vuestra familia, vuestra patria, cristianos no olvidéis al que ha nacido para salvarnos.

Oración. Dios Todo Poderoso, que derramáis hoy sobre nosotros la nueva luz de vuestro Verbo encarnado, haced que la fe de este misterio se infunda también en nuestros corazones. Señor y Dios nuestro, haced del mismo modo, te lo rogarnos, que celebrando con alegría la Natividad de N. S. Jesucristo, merezcamos, por una vida digna de El, gozar de su presencia. Así sea.

ORACIÓN PARA PEDIR LA FELICIDAD EN EL NUEVO AÑO


Te pedimos, Señor, paz y felicidad en el nuevo año. Que seamos felices, Señor, en esta tierra nuestra: Ella nos sustenta y rige.

Que seamos felices, Señor, con el perdón: Nada más poderoso para desterrar los odios y establecer la paz.

Que seamos felices, Señor, con la justicia: Sin ella no hay humanidad.

Que seamos felices, Señor, con la ternura: Es el único sol necesario para alumbrar días y noches.

Que seamos felices, Señor, en este nuevo año de 2010.

Lo necesitamos. Es deseo y don tuyo. Amén.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Ntra Sra de Guadalupe. 12 de Dic.


Oración a la Virgen de Guadalupe

Préstame Madre tus ojos, para con ellos poder mirar, porque si con ellos miro, nunca volveré a pecar.
Préstame Madre tus labios, para con ellos rezar, porque si con ellos rezo, Jesús me podrá escuchar.
Préstame Madre tu lengua, para poder comulgar,
pues es tu lengua patena de amor y santidad.
Préstame Madre tus brazos, para poder trabajar, que así rendirá el trabajo una y mil veces más.
Préstame Madre tu manto, para cubrir mi maldad, pues cubierta con tu manto al Cielo he de llegar.
Préstame Madre a tu Hijo, para poder yo amar.
Si tu me das a Jesús, qué más puedo yo desear
y ésta será mi dicha por toda la eternidad.
Amén.

martes, 8 de diciembre de 2009

Para ir pensando en los Reyes...



Oración para rezar en la cena de Navidad
















"Hoy, Nochebuena, tenemos, de manera especial y como centro

de nuestra familia a Jesucristo, nuestro Señor.
Vamos a encender un cirio en medio de la mesa

para que ese cirio nos haga pensar en Jesús

y vamos a darle gracias a Dios por habernos enviado

a su Hijo Jesucristo.
Gracias Padre, que nos amaste tanto que nos diste a tu Hijo.
Gracias Jesús por haberte hecho niño para salvarnos.
Gracias Jesús, por haber traído al mundo el amor de Dios.
Señor Jesús, Tú viniste a decirnos que Dios nos ama y

que nosotros debemos amar a los demás.
Señor Jesús, Tú viniste a decirnos que da más alegría el dar que el recibir.
Señor Jesús, Tú viniste a decirnos que lo que hacemos a los demás

te lo hacemos a Ti.
Gracias María, por haber aceptado ser la Madre de Jesús.
Gracias San José, por cuidar de Jesús y María.
Gracias Padre por esta Noche de Paz, Noche de Amor, que Tú nos has dado al darnos a tu Hijo, te pedimos que nos bendigas, que bendigas estos alimentos que dados por tu bondad vamos a tomar, y bendigas las manos que los prepararon.

Niño Dios, tú que llegaste al mundo para salvar, te pido años de paz.
Niño Dios, tú que naciste en un pesebre, te pido que no haya más miserias en el mundo.
Niño Dios, tu que naciste de una madre virgen, te pido pureza en este mundo.
Niño Dios, tu que eres salvador, sálvanos de los desastres que nos provoca la naturaleza.
Niño Dios, tú que nos diste la vida para vivirla, que la vivamos de acuerdo a tu gloriosa vida.

Amén

Fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen. 8 de Dic.


Sólo a Ella Dios le concedió el privilegio de haber sido preservada del pecado original, como un regalo especial para la mujer que sería la Madre de Jesús y madre Nuestra

Fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen.
Fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen.


LA INMACULADA CONCEPCIÓN
Diciembre 8

Ella, desde el momento en que fue concebida por sus padres, por gracia y privilegios únicos que Dios le concedió, fue preservada de toda mancha del pecado original.

En nuestra sociedad, la pureza tiene dos valores opuestos. Mientras la droga más pura es la más cara y todos buscan el detergente que deje la ropa más blanca, muy pocos se preocupan de mantener su alma y su vida pura, de cara a la vida eterna. Incluso, quienes se confiesan seguido son, a veces, criticados y se les califica despectivamente de "mochos". La Virgen María nos invita a vivir este ideal de la pureza, aunque para ello tengamos que ir "contra corriente".

Un poco de historia

El 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX, promulgó un documento llamado "Ineffabilis Deus" en el que estableció que el alma de María, en el momento en que fue creada e infundida, estaba adornada con la gracia santificante.

Desde entonces, esta es de las verdades que los católicos creemos, aunque a veces, no entendamos. Es lo que se llama Dogma o artículo de fe.

La Virgen María fue "dotada por Dios con dones a la medida de su misión tan importante" (Lumen Gentium). El ángel Gabriel pudo saludar a María como "llena de gracia" porque ella estaba totalmente llena de la gracia de Dios. Dios la
bendijo con toda clase de bendiciones espirituales, más que a ninguna otra persona creada. Ella es "redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo". (LG, n. 53)

La devoción a la Inmaculada Concepción es uno de los aspectos más difundidos de la devoción mariana. Tanto en Europa como en América se adoptó a la Inmaculada Concepción como patrona de muchos lugares.

María tiene un lugar muy especial dentro de la Iglesia por ser la Madre de Jesús. Sólo a Ella Dios le concedió el privilegio de haber sido preservada del pecado original, como un regalo especial para la mujer que sería la Madre de Jesús y madre Nuestra.

Con esto, hay que entender que Dios nos regala también a cada uno de nosotros las gracias necesarias y suficientes para cumplir con la misión que nos ha encomendado y así seguir el camino al Cielo, fieles a su Iglesia Católica.

Podemos aprender que es muy importante para nosotros recibir el Bautismo, que sí nacimos con la mancha del pecado original. Al bautizarnos, recibimos la gracia santificante que borra de nuestra alma el pecado original. Además, nos hacemos hijos de Dios y miembros de la Iglesia. Al recibir este sacramento, podemos recibir los demás.

Para conservar limpia de pecado nuestra alma podemos acudir al Sacramento de la Confesión y de la Eucaristía, donde encontramos a Dios vivo.

Hay quienes dicen que María fue una mujer como cualquier otra y niegan su Inmaculada Concepción. Dicen que esto no pudo haber sido posible, que todos nacimos con pecado original. En el Catecismo de la Iglesia Católica podemos leer
acerca de la Inmaculada Concepción de María en los números 490 al 493.

El alma de María fue preservada de toda mancha del pecado original, desde el momento de su concepción.

María siempre estuvo llena de Dios para poder cumplir con la misión que Dios tenía para Ella.

Con el Sacramento del Bautismo se nos borra el pecado original.

Dios regala a cada uno de nosotros las gracias necesarias y suficientes, para que podamos cumplir con la misión que nos ha encomendado.

¡Virgen María, Madre Inmaculada, ruega por nosotros!

Virgen María, Madre Inmaculada, ruega por nosotros!



La Inmaculada Concepción es una de las advocaciones principales de María. Su corazón inmaculado nos muestra un don libérrimo del amor de predilección del Señor por su alma. Es el que la distingue más del resto de las criaturas desde el primer instante de su concepción y nos permite adentrarnos confiada y humildemente en algunas de las riquezas que se desprenden de este corazón materno.

Dirijamos por unos momentos nuestra atención al pasaje de la Anunciación e, inicialmente, partamos del significado del término “Inmaculada”. Es una palabra derivada del latín y compuesta de dos elementos: la preposición “in” que aquí significa “sin” y el sustantivo “macula” que significa “mancha”.

Así pues, un primer sentido de la palabra “Inmaculada” es “sin mancha”.

Dado que en María este adjetivo se aplica a su concepción, conviene recordar que, por la desobediencia inicial de nuestros primeros padres, todo hombre o mujer es concebido y nace con el pecado original cuyas consecuencias, en síntesis, expone así el concilio Vaticano II en la Constitución pastoral Gaudium et Spes:

Lo que la revelación divina nos enseña coincide con la misma experiencia. Pues el hombre, al examinar su corazón, se descubre también inclinado al mal e inmerso en muchos males que no pueden proceder de su Creador, que es bueno. Negándose con frecuencia a reconocer a Cristo como su principio, rompió además el orden debido con respecto a su fin último y, al mismo tiempo, toda su ordenación en relación consigo mismo, con todos los otros hombres y con todas las cosas creadas (Gaudium et Spes, n. 13, 1.)

Todos, menos María. Ella es “la mujer sin mancha” desde el primer instante de su concepción. Por lo mismo, sin mancha en su fe, en su esperanza y en su caridad. María recibió como don un orden y una altura especiales en la vivencia de estas virtudes que son la puerta, el camino y la meta de nuestras relaciones con Dios y con los demás.

Y fue también sin mancha en la vivencia de la prudencia, de la justicia, de la fortaleza y de la templanza. Las faltas que todos los demás hemos cometido y podemos cometer en la práctica de estas virtudes no aparecen en la vida de María por este don especial que Dios le hizo desde el inicio de su vida y que la Iglesia reconoce en María al declarar el dogma de la Inmaculada Concepción.

Este significado se basa, en realidad, en un término que aparece antes en el pasaje de la Anunciación y que nos introduce en el segundo sentido de la palabra que nos ocupa en el presente capítulo: “Inmaculada”. Se trata de un verbo griego en participio perfecto: “kejaritoméne”. Significa “la llena de gracia, la que ha sido y continúa llena de gracia.

Para captar algo mejor la riqueza espiritual de este rayo del corazón de María conviene fijarnos en el modo como Dios se presenta a otros elegidos suyos en el Antiguo y en el Nuevo Testamento: Cuando elige a Moisés le dice: “Yo estaré contigo” (Gn 3, 12). En la elección de Jeremías, cuando éste muestra su temor por la vocación que está recibiendo, le dice igualmente Dios: “No temas porque yo estaré contigo para salvarte” (Jr 1, 8). A los mismos Apóstoles, en la última confirmación de su misión antes de subir al cielo, les dice el Señor: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20).

En cambio a María, antes de decirle Dios por medio del ángel: “El Señor está contigo” (Lc 1, 28), le ha dicho: “llena de gracia” (ibíd), que es mucho más que la afirmación de un cierto nivel de complacencia y apoyo por parte de Dios a sus demás elegidos. El adjetivo “llena de gracia”, en el sentido literal y fuerte de la expresión, viene a significar: “Porque te he elegido para ser la Madre de mi Hijo, quiero que tu alma y tu cuerpo, tu psicología y tu temperamento, tus instintos y tus emociones, todas tus potencias reciban de modo especial el influjo de mi gracia. Desde el primer instante de tu concepción estarán libres por un don especial de mi amor de toda atadura de pecado y podrán alcanzar la mayor plenitud de gracia que puede conquistar tu condición de criatura en tu naturaleza humana”.

En su Constitución apostólica Ineffabilis Deus que declaraba el dogma de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX expresó así este pensamiento:

Eligió Dios desde el principio y antes de los tiempos, una Madre para que su unigénito Hijo, hecho carne de ella, naciera en la dichosa plenitud de los tiempos; y en tanto grado la amó, que en sólo ella se complació con señadalísima benevolencia.

Y más adelante:

En tan alto grado la amó Dios por encima de todas las criaturas, que ella, libre siempre absolutamente de toda mancha de pecado y toda hermosa y perfecta, que no concibe en modo alguno mayor después de Dios y nadie puede imaginar después de Dios

La turbación de María en este punto puede explicarse no sólo por el tipo de saludo del ángel, sino porque empieza a captar algo de la profunda verdad de la obra que Dios ha realizado en su vida y porque en su humildad ella se siente indigna de tal don.

La “plenitud de gracia” en María significa, pues, que ella encarnará y desarrollará en un grado superior todas las virtudes que puede cultivar una persona; que en ella el arraigo de los hábitos buenos será más profundo; y que toda su persona poseerá una armonía interior y exterior sin las tristes rupturas que se han dado en todos los demás hombres y mujeres desde el pecado original de Adán y Eva.

Para valorar esta armonía originaria transcribo las consecuencias de su pérdida en nuestros primeros padres y en todos nosotros a consecuencia del pecado original. Así las describe el Catecismo:

La armonía en la que se encontraban, establecida gracias a la justicia original, queda destruida; el dominio de las facultades espirituales del alma sobre el cuerpo se quiebra (cf Gn 3, 7); la unión entre el hombre y la mujer es sometida a tensiones (cf Gn 3, 11-13); sus relaciones estarán marcadas por el deseo y el dominio (cf Gn 3, 16). La armonía con la creación se rompe; la creación visible se hace para el hombre extraña y hostil (cf Gn 3, 17-19). A causa del hombre, la creación es sometida “a la servidumbre de la corrupción” (Rm 8, 21). Por fin, la consecuencia explícitamente anunciada para el caso de desobediencia (cf Gn 2, 17), se realizará: el hombre “volverá al polvo del que fue formado” (Gn 3, 19). La muerte hace su entrada en la historia de la humanidad (cf Rm 5, 12) (Catecismo de la Iglesia Católica, 400).

Ante este panorama de riqueza y plenitud de gracia del corazón inmaculado de María, no podemos sino maravillarnos del amor de Dios que se eligió y se formó tal Madre y agradecer al Señor que la haya tomado de entre los nuestros y la haya convertido en “orgullo de nuestra raza” (cf Jd 15, 10).

Podemos, también, y debemos alabarla como la “Toda hermosa” y con las demás alabanzas que la piedad del pueblo cristiano ha condensado en los himnos y cantos marianos.

Conviene, además, meditar dichos himnos y cantos antiguos y presentes, pues todos ellos apuntan de un modo u otro a este origen de sus prerrogativas: la Inmaculada Concepción de María.

Podemos, asimismo, reflexionar en que ella es la única criatura inmaculada. Y que todos nosotros lo más que podemos es aspirar a formar un corazón que no se deje atrapar y vaya superando las seducciones de la riqueza, el placer, el poder, la soberbia, la ira, la pereza…; un corazón que ame y viva la virtud de la castidad en el propio estado de vida de solteros, casados, consagrados o viudos. Será ésta una conquista ardua, de mayor dificultad en determinados períodos de la vida, pero vale la pena el esfuerzo -afianzado en la correspondencia a la gracia de Dios- porque es así como vamos limpiando el propio corazón y experimentando la verdad de aquella bienaventuranza: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8).

Nos conviene también aumentar cada vez más nuestro aprecio por la vida de gracia, de modo que busquemos recuperarla si tenemos la desgracia de perderla e incrementarla durante toda nuestra vida para parecernos más a nuestra Madre Inmaculada, “la llena de gracia”.

Así expresa sus sentimientos de hijo un poeta católico del siglo XX ante María Inmaculada. Es una plegaria que nos hace mucho bien espiritual y que todos podemos apropiarnos:

Madre de Jesucristo, no vengo ahora a rezar. Yo nada tengo que ofrecer y nada tengo que pedir. Vengo solamente, Madre, para mirarte. Mirarte, llorar de felicidad, saber para mí que soy tu hijo, y que tú estás allí. Sólo un momento en la quietud del día. ¡Estar contigo en este sitio donde tú estás, María! No decir nada. Contemplar tu cara. Dejar el corazón cantar con sus propias palabras. No decir nada. Solamente cantar porque se tiene lleno el corazón, como el cenzontle… Porque tú eres hermosa, porque eres Inmaculada, la mujer en la gracia por fin restaurada…
Inefablemente intacta, porque eres la Madre de Jesucristo, que es la Verdad en tus brazos, y la Esperanza y fruto único.
Porque tú eres la mujer, el Edén de la antigua ternura olvidada, cuya mirada encuentra nuestro corazón de repente, y hace saltar las lágrimas acumuladas. Porque tú estás ahí para siempre, sólo porque tú eres María, sólo porque existes te doy las gracias, Madre de Jesucristo (CLAUDEL Paul, Oeuvre poétique, La Vierge a Midi, Gallimard, Paris 1967, pp. 539-540).


Si quieres comunicarte con el autor de este artículo, escribe un mensaje a
ftamayo@legionaries.org

sábado, 5 de diciembre de 2009

La Familia se agranda...


Presentamos las nuevas Hermanas Mínimas de África

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Inmaculada Concepción de María. 8 de diciembre






La Inmaculada Concepción de María es el dogma de fe que declara que por una gracia singular de Dios, María fue preservada de todo pecado, desde su concepción, proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus.
En el siglo IX se introdujo en Occidente la fiesta de la Concepción de María, primero en Nápoles y luego en Inglaterra.







Oración a la Inmaculada Virgen María


Santísima Virgen, yo creo y confieso vuestra Santa e
Inmaculada Concepción pura y sin mancha.
¡Oh Purísima Virgen!,
por vuestra pureza virginal,
vuestra Inmaculada Concepción y
vuestra gloriosa cualidad de Madre de Dios,
alcanzadme de vuestro amado Hijo la humildad,
la caridad, una gran pureza de corazón,
de cuerpo y de espíritu,
una santa perseverancia en el bien,
el don de oración,
una buena vida y una santa muerte.
Amén"

Inmaculada Concepción de María,
ayúdanos a tener un corazón tan puro como el tuyo.